La historia de Hacienda de los Morales se remonta a mediados del siglo XVI,
cuando en parte de estas tierras, se sembraron las primeras moreras para la crianza del gusano
de seda,
razón por la cual se le dio el nombre a la Hacienda que ha perdurado durante más de cuatro
siglos, Los Morales.
Cien años más tarde, en 1647, se inició la construcción de una finca
que sus dueños llamarían San Juan de Dios de los Morales. El casco de esta Hacienda, ha sido
restaurado en diversas ocasiones, sin alterar su estructura original. La Hacienda de los Morales,
continuó como la residencia particular de diversas familias de la sociedad mexicana, hasta mediados
del siglo XX. Los grandes pintores José María Velasco, German Gedovius, Daniel Thomas Egerton y
Conrad W.
Chapman, plasmaron el paisaje que se tuvo de la Ciudad de México desde Hacienda de los Morales en
diversas obras.
Hoy, cuatro siglos después, La Hacienda De Los Morales ofrece al visitante un magnífico restaurante
de comida mexicana con especialidades internacionales y un centro de reuniones con salones para todo
tipo de eventos en un ambiente tradicional mexicano.
Luego de consumar el sitio de México-Tenochtitlán, Hernán Cortés establece una estructura
de gobierno, distinguiendo a miembros de la aristocracia mexicana, de la que sobresale la
joven primogénita de Moctezuma, antepenúltimo señor mexica. Al contraer matrimonio con el
español Alonso de Grado, que ostentaba el cargo de “visitador de los indios”, Cortés concede
a la novia la encomienda de Tacuba, en cuyos términos sería fundada La Hacienda de Los Morales.
Tres vecinos de Tacuba, auxiliados por un intérprete, vendieron un pedazo de tierra,
“a manera de dicho paño”, al español Francisco Gudiel Barbero, según dice la escritura
de compraventa respectiva. Se trataba de una extensión de 120 brazas de ancho y 170 de largo,
prácticamente seis hectáreas, por el rumbo de Ximilpa. Por concepto de la operación se pagaron
veinte pesos de oro en total, una cantidad de metal amonedado que hoy equivale a un centenario.
Los vendedores: Juan, Sancho y Francisco eran “indios principales y gobernadores” aunque sujetos
a la voluntad de su encomendadora Doña Isabel de Moctezuma.
Aquella operación de compraventa fue, hasta donde se ha podido averiguar, el antecedente más
remoto en la formación de la extensa propiedad, que desde 1645 se conoció como “Los Morales”.
Se inició la construcción de la finca, que sus dueños llamarían “San Juan de Dios de Los Morales”.
El agua que corría por La Zanja de Los Morales fue un constante motivo de litigio entre los dueños
de la hacienda y sus vecinos.
Bartolomé de Terreros, entonces dueño de la hacienda, solicita a Don Francisco de Aguilar y Seixas,
Arzobispo de la ciudad, permiso para oficiar en la capilla que construye en el casco de la hacienda.
Doña Ana María Romo, viuda de Gómez Prado, embellece el recinto.
Durante todo el mes de semptiembre, Agustín de Iturbide y Juan O’Donojú, Virrey de España,
aceptaron la invitación extendida por José de Garay, dueño de la hacienda. Disfrutaron de
su hospitalidad para desayunar en el casco de Los Morales y discutir los términos para la
retirada de las fuerzas españolas del país.
Los Morales sirve de hospedaje al general Juan Álvarez y a las tropas
de resistencia a la invasión norteamericana del general Winfield Scott.
El general revolucionario Francisco Villa utiliza la hacienda como refugio
para acampar sus tropas de la División del Norte y alimentar la caballada
en los alfalfares de la hacienda.
En esta década se ubicó un nuevo fraccionamiento, que abarcaba sólo desde Campos Eliseos
hasta Masaryk y de Moliere a Arquímides, que actualmente constituye la zona de Polanco.
Alrededor de 1965, se realizó la primera de una serie de juntas de trabajo,
la convocaban el arquitecto Juan Cortina Portilla, Don Pedro Gorozpe y el
Sr. Antonio Cuevas Núñez, con el propósito de despertar el interés de una
nueva empresa: hacer del casco de la hacienda el mejor restaurante de la ciudad.
Para los trabajos de adaptación del inmueble, se acudió a los Arquitectos Landa
y a su colega Juan Cortina Del Valle.
El antiguo salón comedor fue adaptado como salón para tomar el aperitivo,
el comedor se construyó completamente nuevo. Por razones tanto prácticas como
estéticas, a espaldas de la casona se agregaron nuevos corredores, donde se emplearon
columnas, arcos y otros elementos de piedra recuperados de una mansión que iba a ser
demolida en la colonia Roma, así como ornamentaciones de madera tallada y de hierro
forjado, que se adquirieron a varios anticuarios.
La última decisión de importancia fue abrir la entrada al restaurante por la recién
trazada calle de Vázquez de Mella, inaugurando así el restaurante el 14 de abril de 1967.
Posteriormente, a finales de los años ochenta, se decidió aumentar la capacidad del
restaurante; la primera obra fue la ampliación del comedor, agregando la sala con
la gran obra de Germán Gedovius. Rápidamente fue seguida por un mayor número de salones privados.
Otra mejora consistió en construir el kiosco, que se encuentra ubicado a un costado del jardín.
La apariencia actual evoca al toque de las viejas haciendas mexicanas.